14 mayo 2007



¡QUÉ CRUZ!

La verdad es que no soy un gran aficionado a estas fiestas ruidosas en las que el acohol corre a rienda suelta dejando una estela de efluvios poco recomendables. Hoy día, cruces, ferias, verbenas o simples reuniones de amigos se convierten en una carrera desenfrenada por subir los decibelios y así aparentar una mayor felicidad. No entiendo la facilidad de comunicación que tienen ciertas personas sentadas ante un altavoz ensordecedor en una caseta de la feria; a mí me es imposible y, lo cierto, es que no tengo demasiada habilidad en la lectura de labios.
Sin ir más lejos, este año en la Cruz de Mayo más de una persona se acercaba a la barra de vez en cuando a voz en grito para pedir que le diéramos volumen a la música, hubo incluso quien me solicitó una canción de un grupo de no sé qué estilo musical y que parece ser suena, insistentemente y a todo volumen, en esos coches negros que tanto abundan en nuestras calles.
El recurso al ruido y a la novedad musical ha sido el reclamo utilizado en algunas de las cruces cordobesas hasta altas horas de la madrugada durante varios años. Ahora, parece que los pingües benefecios económicos se enfrentan a la muy razonable necesidad de los vecinos de descansar y vivir en paz en sus domicilios. La polémica apareció el año pasado y en este vuelve a repetirse, con las nefastas consecuencias del "botellón" rodeando todo el entorno de las cruces y la rebelión de los vecinos ante una situación insostenible. Puede que el Ayuntamiento se decida a intervenir, tal vez sólo aperciba a las cruces responsables, pero también es posible que la irresponsabilidad de unos acabe afectando a los que hemos intentado orientar nuestra Cruz a un público familiar, evitando las aglomeraciones, las molestias a los vecinos y el riesgo de desórdenes públicos. Esperemos que se diferencie a unos de otros y, al final, no nos tengamos que lamentar por la actitud de determinadas hermandades en sus cruces.