20 noviembre 2010

CRUCIFIJOS

El crucifijo en las aulas se convierte para algunos en una afrenta, en un elemento adoctrinador que les molesta, que les remonta a la Edad Media, a la Inquisición o a la Guerra Civil. El analfabetismo campa a sus anchas por esta sociedad nuestra que pretende hacerse "laica" a golpes de incultura.
El crucifijo es un símbolo, una forma de atestiguar que el mensaje de Cristo sigue presente entre nosotros; una manera de decir que conceptos como paz, amor al prójimo, equidad, igualdad, libertad... fueron proclamados hace dos mil años, cuando aún no había bibianas, pajines, ni pomposos ministerios auspiciados por presidentes que hablan de paz mundial o alianza de civilizaciones, mientras agitan las tranquilas aguas de una sociedad como la nuestra, tan proclive al extremo. La cultura occidental tiene dos fundamentos básicos: La civilización romana y el cristianismo. Renegar de nuestros orígenes aduciendo la tan manida laicidad resulta poco menos que aleccionador sobre la sociedad que estamos creando; una forma de vida sin principios, dedicada al materialismo más estúpido que no ve más allá del último modelo de móvil y que encumbra a personajes deleznables en programas de televisión.
No sé por qué, de repente, molesta tanto un crucifijo o... tal vez sí; probablemente nos encontramos ante una moda más impulsada por nuestros conspicuos políticos, que busca eliminar nuestras costumbres para dejar paso al burka o al velo que, con argumentos como la mal entendida integración, sí son admitidos en las escuelas sin que esos padres tan beligerantes con lo cristiano digan esta boca es mía ante los símbolos de otras civilizaciones.
Menos mal que la gente corriente, la que no entiende de esos movimientos "progres" al final se levanta y defiende lo que siempre ha entendido como normal, como parte de su vida y su forma de ser, dando una lección de democracia, en la que la mayoría pide que, simplemente, les dejen vivir en paz.


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